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‘Hemicránea’ 

nace por la cercanía de la enfermedad: al ver los efectos que las migrañas
crónicas producen en la vida de su pareja. Para darle forma al trabajo, el autor juega
con una estética basada en la fotografía científica del s. XIX. Durante los primeros
años de historia de la fotografía se exploraron multitud de posibilidades y de nuevas
aplicaciones para las imágenes dentro del estudio de la medicina, con resultados dispares
y conclusiones en muchos casos absurdas, sobre todo en el campo de las enfermedades mentales. 

Fotógrafos como Arthur Batut, Francis Galton o Guillaume Duchenne de Boulogne con una
concepción increíblemente naif e idealista del proceso fotográfico y de los resultados que
podían obtener del mismo. Pero que, sin embargo, produjeron unas fotografías excepcionalmente
intrigantes, plásticas e interesantes. Es la época de la frenología, del comienzo de la
fotografía forense y científica.

Aprovechando esta estética, la ausencia de color y siendo consciente de la imposibilidad de
fotografiar unos síntomas invisibles, el autor plantea un espacio irreal, casi siempre sin
fondos ni elementos que aporten un contexto más allá del que se crea con la sucesión de las
propias imágenes y del significado que adquieren unas al lado de las otras.

En él, un juego de fotografías sobre vidrio, espejos, imágenes superpuestas y fotogramas
realizados con elementos propios del proceso del colodión húmedo (químicos, ácidos,
corrientes eléctricas…) van dando forma a un mundo imaginado que nos intenta poner en el
lugar de un paciente de migrañas. Los fotogramas adquieren nuevos significados al sacarlos
de escala y yuxtaponerlos a los retratos o las resonancias magnéticas: lo que antes eran
espumas o trazas de electricidad sobre una placa de vidrio nos recuerdan ahora a células,
conexiones neuronales…